Vivía enganchada a un portátil
15 horas de cada día,
dos/tercios de su vida
alimentando otras vidas.
Vivía sin vivir,
ausente,
del mundo,
de la gente.
Vivía esperando
un príncipe azul destronado,
que buscase un nuevo reino,
para ofrecerle su estado.
Vivía...
no vivía.
Sólo alimentaba un sueño
en época de hipocresía.
En época de bandidos,
de ausencia de poetas,
Quijotes y caballeros...
caídos por tantas tretas.
Sentía otros sentimientos
y hacía latir varios corazones...
mientras la gente envejecía a su lado,
fueran ricos, fueran pobres.
Envejeció perdiendo
la dicha de otras vidas,
las risas de los suyos,
de gente que la quería.
Confió su alma a una máquina
limitada a ceros y unos...
a un universo ficticio
que nos tiene preso a algunos.
Vendió su alma al diablo
de la comunicación...
sin darse cuenta que cada vez hablaba menos,
tecleaba más... ausencia de emoción.
Porque un mail no es una carta,
no tiene esa sensibilidad,
ni ese corazón que estas contienen,
que las hace diferentes.
Murió esperando
lo que cada día pasaba a su lado,
le esperaba en una esquina
o bajo el porche de su casa con una vela, temblando.
Ahora tiene otra oportunidad
pero tal vez sea la última,
de romper sus miedos
y salir a luchar
de ofrecerse íntegra al mundo
deseando amar,
con el corazón en la mano
y el portátil en el cubo de basura.
Tiene la capacidad,
y espero la valentía,
de tomar una decisión:
la más importante de su vida.
Correcta o incorrecta...
no existe, sólo diferente.
No es fácil en época de brujas
avanzar y ser un valiente.
Así que espero se atreva,
rompa las cuerdas de su corazón
y se olvide de venganzas,
de una guerra sinrazón.
Sólo las almas puras
consiguen emocionarnos,
salvar la parte gris, jodida y retorcida
alzarnos de lo mundano.
Sólo los ángeles
podrán volar,
siempre y cuando su alma sea noble
y no se carguen de pasado, de azar.
Yo de momento voy a comenzar
mi desintoxicación
de ceros y unos...
que me roba la vida... desconexión.
que me roba mi vida y la de con los demás,
de la gente que me quiere,
y no me tiene jamás,
porque vendí mi alma a un portátil.